sábado, 22 de agosto de 2015



  Quizás un día subiste la pequeña escalera y te encontraste conmigo, con mis higos mis guayabas y mi lujuria, quizás pensaste, quizás no pensaste, quizás solo sentiste y te dejaste fluir.  En cambio cuando yo te vi subir la pequeña escalera ya no eras una niña a quien debía proteger sino una pantera desbordada que nunca podría controlar. Y fue así como me invitaste a rocanrolear cuando el rock parecía cosa de vampiros parisinos que se hacían transfusiones de sangre. No se porque pero tu aceituna estaba igual de  madura que la mía y tuvimos que tirar los huesos justo en la dirección contraria en que habían pronosticado los astros, y fuiste tu y fuimos yo y éramos algo así como una góndola llena de flores en un mar de lupudus y risas y carcajadas y saltos al vacío… Cuando salte y tu atrapaste mi salto estábamos en el aire y no en el agua como pensaría un acuamanicola. Como podría amar tanto un terrícola el aire como? Quizás se trata de un aerikola?




En el subterráneo, aquel día en que parecías millonaria y mas alta, aquel día en que  el mar cantaba y la luna flotaba, aquel día en que supimos que no era el mundo el que caía sino nuestras miradas y sonrisas aterciopeladas bañadas en una amplia playa desprovista de prejuicios abrazos al margen de la ley maratones de la mano y pequeñas cocinitas flameadas. Es el poder de un color lo que aveces te hace pasar por ausente o maldecido, aguantar el karma de lo imperfecto. Quien  podría vibrar en una sola nota que no es la mía ni la tuya?